1968-2018 / Invitado: Dr. Rolando Cordera

Este año se cumplen 5 décadas de 1968, año que, en palabras de Rolando Cordera, constituye un parte aguas para el Estado mexicano y para importantes capas emergentes de la sociedad, pues puso de manifiesto la debilidad y la corrosión que ya aquejaban al Estado pos-revolucionario.


En efecto, la crisis de 1968 se da en un contexto de deterioro político y social al que se le agrega la incapacidad estatal para asimilar los cambios en la estructura social propiciados por el desarrollo económico. Ya desde la mitad de la década, según Miguel Basáñez, se dejaban sentir con fuerza fenómenos como “el estrechamiento de los canales de ascenso, las inequidades económicas y el autoritarismo político”.

De ahí que Cordera afirme que “el movimiento estudiantil de 1968 no tuvo en las contradicciones económicas su motivación principal”, pues de hecho, para 1964, año en el que terminó el sexenio del presidente López Mateos, ya se habían alcanzado algunos de sus principales objetivos en materia económica como el crecimiento del PIB por arriba del 7% y el incremento de los ingresos y la ocupación que se mantuvo hasta 1971 gracias al dinamismo de la inversión privada, nacional y extranjera.

Al respecto, destaca que entre 1963 y 1970, la inversión privada observó una evolución a una tasa media anual de 11.5% y de 9.6%, 9.8% y 19.9% en los años de 1968, 1969 y 1970. En tanto, la inversión extranjera registró en 1968 y 1969 entradas por 208.8 y 297.5 millones de dólares, respectivamente, para llegar en 1970 a 316.2 millones de dólares.

Así, el movimiento estudiantil de 1968 en México se da en un marco relativamente estable en lo económico y endeble en lo político y lo social, alimentado, adicionalmente, por los movimientos estudiantiles de ese mismo año en París, Praga y Berlín.

Finalmente, debe destacarse que, de acuerdo con Miguel Basáñez, la represión del 02 de octubre en Tlatelolco tuvo dos aportaciones centrales para el país: por una parte, concienció a las clases medias respecto de la naturaleza contradictoria del Estado mexicano y, por la otra, formó a una generación fundamental, además de que determinó el hilo conductor del siguiente sexenio: ganar de nuevo a esas clases medias”.

Sin embargo, para Rolando Cordera, “pasó mucho tiempo sin que el poder estatal se mostrase dispuesto a revisar las peticiones y exigencias que se hicieron en 1968 y para que se le diese al movimiento estudiantil su profunda implicación histórica como un asunto de legalidad y transformación política, cívica y ciudadana.

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