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Las lámparas Tiffany de Clara Driscoll y la cerámica Bizarre de Clarice Cliff.

El papel de la mujer que se dedica al diseño es muy importante, pero no siempre fue valorado. Actualmente las diseñadoras de cualquier ámbito (industrial, modas, interiorismo, etc.) han podido desarrollar su trabajo y muchas veces convertirse en grandes íconos. Sus antecesoras de finales del siglo XIX y principios del XX les abrieron camino, dejando huella en un sector dominado por hombres. No obstante, siempre existieron mujeres transgresoras, audaces y talentosas.

Escrito por:   Mónica Muñoz

Clara Driscoll (1861- 1944), a finales del siglo XIX y principios del XX, fue directora del Departamento de Cortado de Vidrio de Estudios Tiffany (las “Chicas Tiffany”), en la Ciudad de Nueva York; ella dirigía a varias mujeres que trabajaban utilizando patrones creados de los diseños originales, los seleccionaban y después cortaban el vidrio para ser usarlos en las famosas lámparas. Driscoll diseñó más de treinta lámparas Tiffany producidas por Tiffany Studios, entre ellas, Daffodil que fue la primera de todas, Wisteria, Dragonfly y Peony.

Driscoll, fue la hija mayor de Elizur V. Wolcott y Fannie Pierce. Su padre falleció cuando ella contaba 12 años. Sin embargo, Clara y sus tres hermanas fueron alentadas a realizar estudios superiores, por supuesto esto no era lo común en su tiempo. Siempre mostró talento para el arte, y después de asistir a la Escuela de Reserva Occidental de Diseño para Mujeres (ahora el Instituto de Arte de Cleveland) trabajó para un fabricante de mobiliario local. Posteriormente se mudó a Nueva York y se enroló en el entonces nuevo Museo Metropolitano. Después, en 1888 fue contratada por Louis Comfort Tiffany para trabajar en la famosa Compañía Vidriera Tiffany.

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Sin embargo, había una cuestión a considerar, y es que las mujeres comprometidas o casadas no tenían permitido trabajar en la compañía, así que Driscoll tuvo que dejar la empresa debido a su matrimonio en 1889 con Francis Driscoll. No obstante, su marido falleció y fue entonces que pudo volver a trabajar en Tiffany, permaneciendo ahí hasta su segundo matrimonio con Edward A. Booth en 1909.

Más adelante, tenemos otro gran referente, Clarice Cliff (1899-1972) quien nació y creció en Tunstall, un pueblo obrero en Staffordshire, Inglaterra. Su padre fue un empleado de una siderurgia y su mamá una lavandera, por lo que pronto tuvo que colaborar con la economía familiar. A los 13 años entra a trabajar en un puesto como aprendiz en uno de los talleres de alfarería de la zona. Su buen pulso hizo que le encargaran los filos dorados de las piezas tradicionales y, enseguida, pintarlas a mano alzada. Aunque llegó al mundo de la cerámica por la necesidad del trabajo, le encantó y fascinó. Por la noche iba a clases de escultura en la Burslem School of Art.

Clarice Cliff fue siempre una mujer audaz con ambición, por lo que poco a poco esas fábricas le quedaron pequeñas. Entonces entró a trabajar para la manufactura A.J. Wilkinson, quien le ofreció enseñarle a manejar el torno, el esmaltado o crear moldes. Ahí era una chica en un universo masculino desempeñando un trabajo que generalmente era para varones, pero uno de los propietarios, Arthur Colley (quien más tarde se convirtió en su marido), reconoció su talento y la matriculó en el Royal College of Art de Londres.

En 1924, la fábrica le ofreció dirigir su propio taller, Newport Pottery, donde intervenía piezas tradicionales defectuosas cubriendo las imperfecciones con triángulos y una técnica de esmaltado sobre esmaltado con colores vivos y después vidriado, que ella llamó “Bizarre”. Comenzó a experimentar, siempre con este sello, y sus dibujos se inspiraban en el art déco, el cubismo o el impresionismo, como su estampado floral “Crocus”, un bestseller desde la década de los 30 hasta su jubilación.

En 1968, tuvo tanto éxito que la empresa contrató a 20 pintoras, que aprendieron a reproducir este y otros motivos de éxito, como Lugano o Avignon, Árbol Rojo, Ave del Paraíso… Al morir, su fama decreció por un instante, sin embargo, un libro de 1976, titulado “Clarice Cliff” de Peter Wentworth-Sheilds y Kay Johnson, y la fundación de su club de coleccionistas, así como sus fans restituyeron su recuerdo; la directora de la revista Vogue Anna Wintour, y la actriz Whoopy Goldberg se encuentran entre sus fans. El museo Victoria and Albert en el 2009 inauguró una exposición permanente sobre su trabajo en la sala de cerámica. En el 2000 la BBC Radio 4 le dedicó un biopic tipo radionovela. Además, por si te gusta el cine hay una película que se llama “The colour room”, está inspirada en la vida de Clarice Cliff, dirigida por Claire McCarthy, y es del 2022.

Obviamente en el mundo del diseño no podemos dejar de mencionar a las transgresoras mujeres de la Bauhaus, y otras tantas como: Charlotte Perriand, arquitecta y diseñadora francesa que colaboró nada menos que con Pierre Jeanneret y Le Corbusier; la escandinava Greta Grossman, Andrée Putmann, con su sobria elegancia francesa, o Florence Knoll, pionera en el estilo Mid century. Mujeres que apuestan por conceptos funcionales y crean mobiliario de diseño sostenible, sin perder el lado estético. También viene a mi mente la exitosa Patricia Urquiola, Elena Salmistraro, y muchas más. La diseñadora Nika Zupanc creadora de sus famosas sillas Golden en varios acabados, las cuales han sido un éxito rotundo que hace para la firma Moooi, en alguna ocasión comentó: “Todavía hay en el mundo un fuerte debate sobre la igualdad de género, también en el ámbito del diseño. Y pienso que es un asunto generacional porque las empresas jóvenes no lo ven de igual manera”.

Lo mismo recalca la diseñadora inglesa Bethan Laura Wood: “La igualdad de género aún es un tema por resolver en muchos países. Hay que estar orgullosas de ser mujeres diseñadoras porque no es algo que esté al alcance de todas en todo el mundo”. Mientras que las diseñadoras suecas Anna Lindgren y Sofía Lagerkvist aseguran que actualmente en las empresas sigue habiendo desigualdad de género en el número de diseñadores, pues a que las escuelas de diseño están llenas de talento femenino. Y proponen que sería interesante mirar entre los nuevos productos presentados en Milán, qué porcentaje está diseñado por mujeres, “es increíble que algunas firmas aún tengan una alineación de solo hombres”, expresaron.

En México también tenemos diseñadoras industriales exitosas, talentosas que han recibido premios y que han expuesto sus obras en espacios nacionales e internacionales como Mariana Motoko, Cecilia León de la Barra, Liliana Ovalle, Laura Noriega… Al igual que grandes y reconocidas ceramistas como Alejandra González, Ana Lebrija, Liliana Ovalle, Marisol Centeno… ¡Y muchas más!

Reflexión final

El tema sobre la mujer en el diseño da para muchísimo más… Sin embargo, en esta ocasión quise poner de ejemplo a Clara Discroll y Clarice Cliff, dos grandes referentes de mujeres que dejaron huella, rompieron paradigmas y que fueron rescatadas del olvido, además de que crearon hermosas piezas que dejaron como legado. Ya sean sillas, lámparas, cerámica, tapices, si algo buscan y toman en cuenta hoy en día las diseñadoras es el pensar en la diversidad con la intención de llegar a todos los seres humanos. La tarea es como siempre, seguir apostando por la equidad y la igualdad y romper la existente brecha de genero; como Mike Monteiro mencionó en su libro, Ruined by Design: “El mundo no está roto. Funciona exactamente como fue diseñado. Y somos nosotros quienes lo diseñamos” (Monteiro, 2019).

Podemos también reflexionar en que el tipo de producto que Discroll, y Cliff hicieron en su momento fue considerado como muy “femenino” (o cosas de chicas, sensibilidad femenina, gustos de mujer) y eso no es más que una construcción cultural muy extendida y masivamente difundida a través de los medios de comunicación, más no es el resultado de un talento innato determinado por el género del diseñador. Hoy se puede ser soltera, o casada, tener hijos o no tenerlos, vivir como quieras… ¡Contamos con libertad para poder ejercer la profesión que nos guste sin que nos condicionen!

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