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Más allá de la COP 13, los últimos tiempos de la vida salvaje


Cuando comencé mi carrera de ecólogo mi director de tesis doctoral me anunció: “tu generación será la última que trabajará con la vida salvaje”. En esa época pensé que ya era el buen momento para mi director de jubilarse, pues había perdido la fe en la conservación. Veinte años después, recuerdo con un sabor amargo y cada vez más presente su advertencia. ¿Y si mi director tenía razón? No es posible, no puede ser… Siempre me consideré una persona optimista, y a pesar de las muchas y cada vez más malas noticias, me aferré a mi pasión para seguir avanzando, y analizando los hechos para encontrar soluciones.

Sin embargo, tomando un poco de distancia, me doy cuenta de que dentro de todos los programas en donde trabajo, la mitad son proyectos de reintroducción de especies. Esto es parte de una tendencia global y mundial: en 2005 se estimaba que desde 1900 un total de 489 especies habían sido parte de un proyecto de reintroducción (Seddon et al., 2005) y seguramente esa cifra ha seguido aumentando cada año. De hecho, el Grupo de los especialistas de la reintroducción de la UICN (SSC/RSG, IUCN)[1]  nos dice que: “día tras día, un número creciente de especies de animales y plantas se vuelven escasos o se extinguen en la naturaleza”, y que su misión es “combatir la pérdida masiva y continua de biodiversidad usando la reintroducción como herramienta responsable para el manejo y la restauración de la biodiversidad”.

Esa misión no deja de ser paradójica, pues el hombre es consciente de que los recursos naturales no son inagotables desde hace mucho tiempo y por eso inventó las áreas protegidas, por varios motivos y de varias formas (uno bien conocido es la necesidad de conservar la fauna en un lugar para poder seguir cazando). Siempre pensé que el área protegida era la mejor herramienta para conservar las especies amenazadas a condición de que existiera un manejo bien planeado y eficaz. Podemos decir que generalmente hay mayor diversidad y abundancia de las especies más importantes dentro de las áreas protegidas que al exterior de éstas, sin embargo, con una variabilidad importante dentro de las áreas protegidas, debido a varios factores, lo que complica la medida de su efectividad (Coetzee et al., 2014).

Por eso dediqué seis años en Níger para crear la Reserva Natural Nacional de Termit y Tin-Toumma, una de las reservas con más extensión territorial en África, ya que cuenta con 97,000 km²[2]. El reto: implementar una herramienta eficaz para conservar varias especies amenazadas de extinción como el adax (Addax nasomaculatus), la gacela dama (Nanger dama) y el guepardo del Sahara (Acinonyx jubatus hecki)[3].

Cuatro años después de la creación de la Reserva estamos trabajando en un programa de reintroducción del adax, ya que vimos solamente tres de estos imponentes antílopes del desierto en el último censo combinado aéreo y terrestre. ¿Fracaso total o hecho inevitable? El caso del adax es muy sintomático de lo que sucede desde la extinción de la paloma pasajera (Ectopistes migratorius) hace un poco más de cien años. La caza excesiva es la principal causa de la extinción de esa paloma, la cual se contaba en millones tres décadas antes, y también de la extinción del antílope órix blanco (Oryx dammah), hace 30 años, o de la extinción inminente del adax y del rinoceronte negro (Diceros bicornis); o de los buitres en África, cuya población cayó un 80% en menos de treinta años. Es importante entender que la causa principal es la caza, pero que los motivos son varios (alimentario, en el caso de la paloma; diversión, en el caso del adax; afrodisíaco, en el caso del rinoceronte; o magia negra, farmacopea, en el caso de los buitres), y por eso es muy complicado enfrentarse a la caza.

¿Qué tendrían que hacer los conservacionistas para invertir esa tendencia? El problema es que el ritmo de destrucción es mucho más rápido que el ritmo de todas las actividades de conservación que hay que implementar para evitar la extinción de una especie, como la colecta de datos, el monitoreo, la protección (incluido la lucha contra la caza que necesita muchos recursos humanos y financieros), la sensibilización, la comunicación, la educación ambiental, la colecta de fondos, etcétera.

Tomando el ejemplo del adax, en cuya conservación estoy involucrado directamente, la última población viable de esa especie, perfectamente adaptada a las condiciones extremas áridas, se refugió en un área del desierto donde no había presencia humana, ni ocasional, por la falta de pozos, de oasis y también por la dificultad de acceso debido a un terreno difícil. Desgraciadamente, un desierto vacío de agua, pero no de petróleo: una compañía china de petróleo propuso al gobierno de Níger explotar el oro negro, lo cual significó una fortuna para uno de los países más pobres del planeta. En seis años, la población del adax empezó a esparcirse por el disturbio ocasionado a su hábitat, para después comenzar a declinar ante la caza perpetrada por algunos militares encargados de la seguridad de los empleados en la compañía de petróleo. ¡Seis años! Exactamente el tiempo que nos llevó convencer a tres diferentes gobiernos que crear el área protegida. En efecto, la Reserva no solamente era útil para conservar esas especies amenazadas, sino también para las poblaciones locales por los servicios ecosistémicos, pero especialmente para todo el pueblo nigerino para alcanzar los Objetivos del Milenio y de esta manera conseguir más fondos de los principales donadores[4].

Otros datos muy relevantes del cambio de era que estamos viviendo se publicaron recientemente.  Swan et al. (2016) señalan que en 39 años se llevaron a cabo 487 proyectos de translocación (cambio en la localización de una especie) para conservar más de 242 especies marinas o sus ecosistemas y que, dentro de esas especies, pocas estaban amenazadas, según la lista roja de la UICN.

Para resumir, una parte cada vez más importante de la vida salvaje se encontrará pronto únicamente en las áreas protegidas y habrá conocido procesos de translocación o de reintroducción. Hubiera podido incluir también el tema de la de-extinción (volver a recrear la vida de especies extinguidas), pero preferí basarme únicamente sobre hechos actuales, a pesar de que el tema está cada día más presente.

Así que los expertos que tendrán que tomar decisiones sobre la conservación de la biodiversidad, que es el tema central de las pláticas de la decimotercera reunión de la Conferencia de las Partes del CDB (COP-13), deben entender que ya no se tratará de la biodiversidad de la vida salvaje, sino de la biodiversidad de la vida artificialmente implementada por el ser humano.

Finalmente, si hoy en día tuviera que convencer a un estudiante en ecología, apasionado por la vida salvaje, para seguir en la vía de la conservación, ¿qué podría decirle para que tenga ganas de continuar la carrera? No podría decirle que el trabajo de campo es una maravilla porque ya no llevamos estudiantes al campo por problemas de seguridad en el desierto del Sahel y en desierto del Sahara. De hecho, ¡los “especialistas” que hacen trabajo de campo también se están extinguiendo!  Tampoco podría decirle que es una carrera muy noble y exitosa para que nuestros hijos y nietos puedan contemplar la maravilla de la naturaleza, en particular de las adaptaciones increíbles de las especies para vivir en cualquier tipo de medio ambiente. Tendría que decirle la verdad: que la probabilidad de que las especies a las cuales va a dedicar su vida profesional puedan vivir como antes es muy baja, pero que vale la pena hacer todo lo posible para que no se extingan definitivamente hasta que la era del Antropoceno[5] se vuelva más razonable y cambie de paradigma para definitivamente incluir la conservación de la biodiversidad como una responsabilidad moral del ser humano y no sólo de algunos individuos movidos por su pasión.

THOMAS RABEIL es Doctor en Medio Ambiente, Responsable regional de la ONG “Sahara Conservation Fund”, asesor del Patrimonio Mundial de la UNESCO y de la Unión International Para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

  1. Coetzee, B. W., Gaston, K. J., & Chown, S. L. (2014). Local scale comparisons of biodiversity as a test for global protected area ecological performance: a meta-analysis.PLoS One,9(8), e105824.
  2. Ogada, D., Shaw, P., Beyers, R. L., Buij, R., Murn, C., Thiollay, J. M., … & Krüger, S. C. (2015). Another continental vulture crisis: Africa’s vultures collapsing toward extinction.Conservation letters.
  3. Seddon, P. J., Soorae, P. S., & Launay, F. (2005). Taxonomic bias in reintroduction projects.Animal Conservation,8(1), 51-58.

Swan, K. D., McPherson, J. M., Seddon, P. J. and Moehrenschlager, A. (2016). Managing Marine Biodiversity: The Rising Diversity and Prevalence of Marine Conservation Translocations. Conservation


[1]Species Survival Commission – Re-Introduction Specialist Group.

[2]Para mayor información, ver el sitio: www.saharaconservationfund.org

[3]https://es.mongabay.com/2014/06/el-86-por-ciento-de-los-grandes-animales-en-el-desierto-del-sahara-estan-extintos-o-en-peligro-de-extincion/

[4] Con la creación del área protegida (Reserva Natural Nacional de Termit y Tin-Toumma, Níger), más de 13% del territorio nigerino es protegido y Níger consiguió 437 millones de dólares por el programa del Milenium Challenge Corporation: https://www.mcc.gov/where-we-work/program/niger-compact.

[5]El Antropoceno comprende la época que vivimos, con el denominador común que la Tierra está cambiando aceleradamente por la actividad del hombre. El término fue acuñado en el año 2000 por el ganador del Nobel Paul Crutzen por analogía con la palabra Holoceno. 

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