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Incertidumbre y ansiedad

El pasado 6 de enero se registraron en el país 25,821 nuevos casos confirmados de COVID19; la inmensa mayoría, argumentan las y los expertos, corresponden ya a la nueva variante “Ómicron”. Hasta ahora, la cantidad de defunciones, por fortuna, se ha mantenido en niveles menores a los que se registraron en 2021 cuando se alcanzaron esos niveles de contagios.

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Pese a lo anterior, la ocupación hospitalaria sí está creciendo a niveles importantes, pero sigue haciéndolo en un contexto en el cual el sistema de salud en México no ha logrado generar las capacidades para atender simultáneamente a la pandemia de la COVID y a las otras pandemias de obesidad, hipertensión y diabetes que siguen cobrando cientos de defunciones todos los días.

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Los indicadores de diferimiento de consultas de especialidad, de cirugías y de acceso a estudios especializados en el sector salud siguen en niveles récord, mientras que el desabasto de medicamentos sigue pasando la factura a los hogares, en los cuales el llamado “gasto de bolsillo en salud” sigue incrementándose ante la insuficiencia de medicinas en los hospitales y clínicas públicas.

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Los indicadores del INEGI muestran por su parte, que la recuperación económica aún no ha llegado siquiera a los niveles prepandémicos; que el empleo tampoco se ha recuperado ni en cantidad ni en calidad de puestos de trabajo; mientras que el fenómeno de la inflación, alertan las y los expertos en economía, llegó para quedarse por un periodo considerable.

Las violencias de todo tipo continúan presentes, y algunas de ellas en expansión; no sólo se trata de los homicidios dolosos, rubro en el cual este año cerrará nuevamente con más de 33 mil víctimas, sino que los delitos cometidos contra la familia, los delitos que atentan contra la libertad y la seguridad sexual de las personas, y los delitos que atentan contra la sociedad, continúan registrando indicadores de incremento en el número de las carpetas de investigación que se inician en las fiscalías estatales.

Uno de los errores más evidentes que han cometido las administraciones pasadas, es actuar de manera inercial, dando prioridad a tres o cuatro acciones emblemáticas, sin contar con diagnósticos apropiados que garantizaran no sólo un buen desempeño institucional, sino que las acciones emprendidas resolvieran estructuralmente los más graves problemas del país.

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De manera preocupante, parece ser que la administración actual está cayendo en el mismo error: se definieron al inicio del mandato tres prioridades de infraestructura, y una estrategia general de asistencia social sustentada en el incremento de las transferencias monetarias a la población, sin intermediación ni condicionamiento.

Al igual que en las administraciones previas, la actual no está dispuesta a escuchar a las voces que alertan sobre los errores y deficiencias en el diseño del gobierno y las políticas públicas; cayendo también en el grave error de confundir a la ideología con el diagnóstico sustentado en evidencia; o alegando que detrás de éste, hay intereses contrarios al de la nación.

Los resultados están ya a la vista y dado el diseño del Presupuesto de Egresos de la Federación del 2022; y dadas las definiciones presidenciales, en este año se continuará con lo mismo que con lo que se inició en 2018: ninguna revisión autocrítica; ninguna revisión sobre el funcionamiento institucional; ningún cambio estratégico en los mecanismos de coordinación intersecretarial, y menos con las entidades y los municipios.

Frente a lo anterior, lo que se percibe en las calles es la incertidumbre. Es cierto que el presidente de la República mantiene niveles muy altos de popularidad y confianza en su capacidad de resolver los problemas; pero el tiempo se agota y la realidad se empeña en ponernos enfrente nuevos y mayores retos como, por ejemplo, el retorno de más de un millón de personas de los Estados Unidos de América, quienes fueron deportados de aquel país.

Hay otras agendas y temas, que han perdido visibilidad pública, pero que no por ello dejan de ser críticos. Está por ejemplo la incertidumbre respecto de la recuperación educativa, que es crucial para garantizar que el país no estará ante lo que ya algunos llaman “una generación perdida”.

En ese sentido, no se conoce ninguna estrategia integral de recuperación, que responda a las exigencias de la nueva realidad ante la que nos ha colocado la pandemia de la COVID19. No hay un replanteamiento del sistema educativo, no se conoce una reflexión institucional sobre la pertinencia de los contenidos de los libros de texto, y de la curricula escolar en general, ya no se diga del método pedagógico y de la capacidad de nuevas capacidades para aprovechar los aprendizajes que nos ha dejado esta situación disruptiva.

En materia de cambio climático los riesgos se magnifican ante el insuficiente compromiso y acción global; mientras la incertidumbre en México ya que se decidió, sin decirlo explícitamente, que se trata de una agenda que no será atendida y que se dejará pendiente para quien tenga la responsabilidad del mandato presidencial a partir de 2024.

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En medio de todo este complejo contexto, la gente sale a la calle en la incertidumbre de si habrá de contagiarse o no de la nueva variante; miles hacen filas en centros de salud que no tienen suficientes pruebas; en los mercados, el dinero alcanza cada vez para menos cosas pues, respecto del 2020, por cada 100 pesos, las personas podrán comprar sólo el equivalente a 93 de los de hace un año. En el transporte público, la amenaza de la delincuencia sigue palpable; mientras que en las calles la agresividad, violencia de género y otras manifestaciones negativas se reproducen de manera cotidiana.

No es exagerado decir que hay una “ansiedad social” generalizada; que las personas cada vez más tienen claridad respecto de que sus hijas e hijos no tendrán una mejor calidad de vida que la que ellos tuvieron, y que, de hecho, las oportunidades se estrechan cada vez más. Que formar patrimonio es un anhelo poco menos que imposible; y que el futuro no ofrece ningún tipo de certidumbre. Todo ello, y nada menos, es lo que tenemos, todas y todos, la responsabilidad de transformar.

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Frase clave Incertidumbre y ansiedad

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