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Julia Margaret Cameron, y el arte de la fotografía

“Mi aspiración es la de ennoblecer la fotografía y alzarla a la categoría de arte combinando la realidad con la poesía y la belleza ideal”. 

Julia Margaret Cameron

Amamos las fotografías, no se diga en este tiempo que vivimos en el que son parte de nuestro día a día, de los momentos memorables, y de los recuerdos que queremos mantener y congelar en el tiempo ¡Cuánto nos evoca una foto! Atesoramos retratar los instantes significativos, pero al mismo tiempo nos permite la oportunidad de explorar la imagen a través de filtros, jugando con la creatividad.  No obstante, hubo un tiempo en el que la fotografía mostraba la realidad tal cual, con un objetivo específico, poco a poco fue adquiriendo también el enfoque artístico que hoy en día nos permite apreciar una foto artística.

Sigue a la autora Mónica Muñoz en Twitter: @Monimunoz_mx

En el contexto de su invención en la década de 1830, su principal función consistió en reproducir y conservar la realidad fáctica. Poco a poco se fueron introduciendo metáforas, y alegorías sobre la imagen fotográfica cambiando, haciendo de la fotografía un campo artístico y no un testigo de lo real. Justo esa introducción ficcional de lo real y de la imaginación en la fotografía se convirtió en un debate en la segunda mitad del siglo XIX rompiendo con el realismo que registraba hechos.

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Para el año de 1861 el crítico inglés Cornelius Jabez Hughes, quien fue un importante fotógrafo de retratos de la Inglaterra victoriana, ya ponía estas ideas sobre la mesa al preguntarse esto en su ensayo On Art Photography allí debatía acerca de la inclinación por la Verdad o la Belleza que había de prevalecer en la fotografía. Hoy en día todo es muy fácil con el celular, pero reflexionemos cuando se implicaba en ello un gran trabajo. La ficción, el retoque y la composición fueron los temas imperantes en la fotografía. Es curioso pero el desenfocar la imagen comenzó a utilizarse alrededor de 1840 porque los clientes los solicitaron para disimular las arrugas del rostro en los retratos fotográficos.

A la fotografía se le otorgaron ideas supersticiosas pues se creía que a través de ella captar y retener ese soplo de lo vivo en la imagen, llegando a estar entre la realidad y lo fantasmagórico que se escapa a simple vista. Por ejemplo, las veladuras, fueron consideradas en su momento como prueba de presencias misteriosas y no como fallo técnico. Hubo inclusive un personaje que trató de demostrarlo, el famoso doctor Hyppolite Baraduc, médico francés que después de sufrir la muerte de su hijo, decidió descubrir la posibilidad de la existencia del alma publicando un libro en 1896 en el que decía hallar en tales veladuras la presencia del alma o fuerza de vida.

De esta manera surge en Europa el pictorialismo, el cual fue un movimiento a finales de 1880 cuyo término en inglés deriva de picture (imagen, cuadro, pintura, fotografía) y no de paint (pintura). Los pictorialistas consideraban que la fotografía era el medio y el arte en sí misma. Sus fotografías no eran un medio de la reproducción de la realidad sino obras de arte, y con el tiempo consolidaron a la fotografía como campo legítimo de las Bellas Artes. Cada imagen era única. Además, destruían el negativo para acercarse a lo que era el concepto de obra de arte única. Así la fotografía podrá volver a adquirir el “aura” que, según Walter Benjamin (Walter, 1936), había desaparecido al tratarse de una obra reproducible ad infinitum. Benjamin se refería a que la fotografía no había hecho más que degenerar a medida que mejoraban sus posibilidades técnicas y aumentaba su industrialización.

Julia Margaret Cameron (1815-1879).

Fotógrafa inglesa que se dedicó al retrato fotográfico de estilo artístico, así como a la representación escenográfica de alegorías que la enmarcan en la corriente de la fotografía academicista. Llegó a exponer en la Exposición Universal de 1870, pero su obra fue reconocida póstumamente, gracias a su reivindicación por parte de los fotógrafos del pictorialismo, así como al apoyo del grupo literario de Bloomsbury y a su sobrina nieta Virginia Woolf.

Julia Margaret nació en Calcuta (India) durante la época imperialista. Aunque estudió en París e Inglaterra regresó a la India y se casó con Charles Hay Cameron, jurista y dueño de una gran plantación de té, café y caucho en Ceilán (hoy Sri Lanka). Él era veinte años mayor que ella y tuvieron seis hijos. Después de mudarse en par de ocasiones deciden residir en la isla de Wight. Como su esposo viajaba mucho, en una ocasión, en 1863, fue su hija Julia quien le regaló una cámara de fotos (construida en madera con un objetivo de la marca Jamin), para que se distrajera y no se entristeciera por la ausencia de su marido. Así fue que Cameron con 48 años comenzaría a tomar fotografías y también retrataría artistas, escritores, científicos y personalidades de la época como Henry Taylor, Alfred Tennyson, Charles Darwin; además posaron para ella sus sirvientes, amigos y familiares.

Lo que podemos ver en los retratos de Cameron es una hermosa imperfección intencionada, en la que se da un cruce entre realidad y ficción, en la que encontramos personajes que parecen surgidos de una atmósfera onírica y ensimismada. Predominan los personajes femeninos llenos de seducción y fuerza estética como si fueran personajes de la Biblia o de la literatura. Con su manejo de la luz generó maravillosos contrastes entre el fondo y las líneas que acariciaban sus rostros, como si quisiera hacer de ellos una escultura. Ella misma decía que “la fotografía así tomada ha sido para darle cuerpo a una plegaria”. Dota, de este modo, la realidad cotidiana en una aureola metafísica, uniendo lo cotidiano y lo sagrado otorgándole armonía para elevarlo, hacerlo sublime sin restarle su condición humana propia de la fotografía.

En una carta dirigida a su amigo Sir John F. W. Herschel, Cameron escribió: “Mis aspiraciones son las de ennoblecer a la Fotografía y asegurarle el carácter y los usos del Gran Arte, combinando lo real y lo ideal y sin sacrificar nada de la Verdad por toda la posible devoción a la Poesía y a la Belleza». De este modo, nos daría la impresión de ver en sus fotografías todo un desfile de alegóricos personajes como la hermosa Beatriz de Dante, Hipatia de Alejandría, Diana, Santa Cecilia o Safo entre otras. El estilo predominante es el prerrafaelista propio del siglo XIX inglés.

Sin duda, Margaret Cameron le tocó lidiar como artista un contexto adverso para las mujeres, quienes tradicionalmente habían sido el objeto antes que sujeto de la obra de arte. Los fotógrafos de su época la criticaban porque consideraban que la calidad de sus fotografías era mala, ya que no aprovechaba las ventajas técnicas de la cámara, como la nitidez, pero para ella era más importante lo estético que lo técnico, y buscaba más la expresión poética que la realista. Entre los principales representantes de la estética pictorialista encontramos a Peter Henry Emerson, Henry Peach Robinson, Robert Demachy y Guido Rey. Por supuesto, Margaret Cameron estaba en el epicentro de este movimiento de la década de 1860 y ellos reconocieron su influencia. Una de sus modelos preferidas fue Julia Jackson, su sobrina, que más tarde sería Mrs Herbert Duckworth y la madre de la famosa escritora Virginia Woolf.

Reflexiones finales

Hoy en día resulta muy frecuente manipular imágenes. De hecho, las posibilidades de manipulación que nos ofrece hoy la tecnología digital nos hacen dudar de lo que estamos viendo. Sin duda Julia Margaret Cameron fue una mujer culta y conocedora de la poesía que intentó crear algo original, uniéndolo a la técnica fotográfica, y ver su trabajo nos hace evocar los efectos artísticos de las fotos de revistas especializadas de moda y arte. Sin embargo, hoy en día si somos nosotros los que alteramos la imagen fotográfica podríamos cuestionarnos ¿qué mensaje queremos dar?, ¿qué cambiamos de la fotografía y por qué?, ¿desde qué ideologías, intenciones o sentimientos lo hacemos?

La fotografía es un arte porque busca interpretar la realidad y la transforma en imágenes, y muchas de ellas con gran carga artística nos sorprenden, nos cautivan, nos atrapan al mirarlas, nos seducen, manejan un concepto o tema logrando que cuestionemos, o admiremos, o nos quedemos perplejos, tienen adecuado manejo técnico y nos aportan estética… Sin embargo, siempre dejan una huella en nuestra memoria. Los fotógrafos como artistas desafían nuestra imaginación. No olvidemos que la imagen es poderosa porque es también mensajera de discursos. Interesante ¿No crees?

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