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Un México de ciudades empobrecidas

Los resultados de la medición multidimensional de la pobreza, 2020, nos recordaron un hecho de la mayor relevancia para el presente y desarrollo futuro de México: las ciudades empobrecidas no sólo no se ha reducido, sino que, por el contrario, se expande a una importante velocidad, lo que ha generado que, por ejemplo, León, Guanajuato, uno de los enclaves industriales y comerciales más relevantes del país, es el municipio con mayor número absoluto de personas en condiciones de pobreza.

Escribe:   Mario Luis Fuentes

De acuerdo con los datos oficiales, el Sistema Urbano Nacional, en su actualización de 2018, tenía 401 ciudades; 74 de las cuales son consideradas como metrópolis; 132 son conurbaciones; y 195 son centros urbanos. En ese conjunto, en 2018 había 92.7 millones de habitantes, cifra equivalente a 74.1% de la población nacional estimada en ese año.

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De acuerdo con los datos del INEGI, para el año 2020 había 99.03 millones de habitantes en localidades de 2,500 habitantes o más (criterio que utiliza para determinar a las localidades urbanas); y las proyecciones indican que para el año 2030 al menos el 85% de la población nacional vivirá en localidades urbanas; es decir, habrá alrededor de 110 millones de personas habitando en zonas urbanas.

Para el año 2020, el CONEVAL estimó que el 40% de la población que vivía en localidades urbanas estaba en situación de pobreza, es decir, considerando los 99 millones de personas que estimó el INEGI, habría al menos 39 millones de personas en pobreza en las localidades urbanas de México; es decir, siete de cada diez personas en pobreza viven en este tipo de localidades.

Vivir en pobreza implica no sólo tener bajos ingresos, sino que, aún con los muy bajos umbrales que se consideran en el país para dimensionarla, se consideran además nueve carencias sociales, ya sea por que se carece de servicios en las viviendas, porque se habita en viviendas construidas con materiales endebles; porque se está en rezago educativo, porque se carece de servicios de salud y seguridad social, o porque se está en inseguridad alimentaria.

Desde esta perspectiva, hay tres grandes rubros que deben atenderse con urgencia, si realmente se quiere avanzar rápidamente en la reducción de la pobreza, con el ritmo requerido para cumplir con los Objetivos del Desarrollo Sostenible los cuales, ante el escenario de enorme complejidad e incertidumbre mundial, luego de la pandemia y ahora frente a la agresión Rusa en contra de Ucrania, no deben ser relegados y, por el contrario, deben ser retomados como la agenda de discusión política central en nuestro país.

La presente administración se planteó de inicio varias metas: pacificar al país, reducir la pobreza y las desigualdades, crear empleos dignos y crecer al menos aun ritmo anual de 4% del Producto Interno Bruto. Por los datos de que se dispone, ninguna de esas metas se logrará.

Comenzando por la última de ellas, hay que subrayar que el INEGI ha confirmado que el crecimiento del PIB en el 2021 fue de solo 5%; lo que significa que, en el agregado, el crecimiento promedio de 2019 al 2021 ha sido de -3.5% del PIB, respecto del 2018, Así que, si se lograra un crecimiento del 2% para los tres años que restan de la administración, se llegaría apenas a un 2.5% acumulado en el sexenio; sin duda, un dato muy alejado de lo que el país requiere para detonar un proceso de crecimiento que distribuya equitativamente los recursos.

Por ello, quienes aspiran a gobernar el país en 2024, se encuentran en una falta muy grande, porque no han presentado ideas creíbles sobre cómo gobernar a un país de ciudades empobrecidas y cómo harían, en caso de tener el privilegio de ser jefa o jefe de Estado, para revertir las oprobiosas condiciones en que hoy se vive en todo el territorio nacional, pero particularmente en las áreas urbanas.

¿Cuál es la propuesta para las ciudades fronterizas y binacionales (Tapachula, Reynosa, Juárez, Tijuana, etc.)? ¿Cuál es la propuesta para las inmensas zonas metropolitanas del país (Ciudad de México, Toluca, León, Guadalajara, Monterrey, la Laguna), etc.)? Y, ¿Cuál también la propuesta para las ciudades medias y en acelerada expansión (Silao, Poza Rica, Celaya, Tehuacán, etc.)?

A México le urge, en esa lógica construir un nuevo pacto urbano, en el que puedan desarrollarse con urgencia tres grandes planes. Primero un plan nacional de infraestructura social urbana, dirigido a garantizar el derecho constitucional de acceso al agua potable, pero acompañado de ello, de drenaje y alcantarillado eficiente. Tiene que construirse aceleradamente una cantidad récord de plantas tratadoras de agua; construir un sistema urbano de drenaje pluvial; instalación masiva de infraestructura para captación de agua de lluvia; reforestación urbana, y un largo etcétera que, de hecho, debería comenzar desde ya.

Segundo, un ambicioso plan urbano de mitigación del cambio climático, que debe incluir, desde la reducción de desechos sólidos y orgánicos, hasta su adecuado procesamiento, tratamiento, reciclado y disposición final; construcción de un sistema nacional de transporte limpio y eficiente; dignificación y equipamiento de viviendas con tecnologías limpias y ahorradoras de energía; así como avanzar rápidamente al equipamiento de un nuevo mobiliario urbano amigable con el medio ambiente y con las personas.

Finalmente, se necesita un nuevo plan estratégico de inclusión social, que haga de las ciudades territorios seguros y amigables con todas las edades; incluyentes de las personas con alguna discapacidad; y, sobre todo, que garantice la reconstrucción del espacio público entendido desde la perspectiva de ciudades humanas.

Hay mucho más por hacer; pero estas tres dimensiones de la acción pública son urgentes, a fin de revertir el desorden urbano que tenemos; y, sobre todo, tener la posibilidad de construir una nueva competitividad territorial para México, es decir, tener la capacidad de que los territorios faciliten y contribuyan al cumplimiento de los derechos humanos de la población.

Tres plantes de la envergadura que se plantea requieren de un rediseño del presupuesto; y también del esquema del federalismo que hoy impera y que, a todas luces, no ha logrado en casi 25 años de operación, transformar estructuralmente al país. Es hora de pensar distinto, y es hora de obligarnos a hacer lo necesario para México.

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