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Autoritarismo presidencial

Sin libertad política ningún régimen político puede calificarse como democrático. Los mexicanos tenemos experiencia al respecto. Desde su promulgación, la Constitución vigente estableció en su Artículo 40, que la República es democrática, pero para que el mandato fuera real, tenía que garantizarse el derecho de la libertad política de los ciudadanos,  no solo para votar, sino para ser electo y para asociarse políticamente. Desde el año 2000, los avances democráticos parecían garantizados, pero hoy, ante la actitud autoritaria del presidente Andrés Manuel López Obrador, surge la duda ¿esta en riesgo nuestra democracia?

Escrito por:  Ruth Zavaleta Salgado

¿Por qué ataca el presidente de la República a la  Senadora Xóchitl Gálvez? Ya lo habían advertido Steven Levitsky y Daniel Ziblatt en su libro “Cómo mueren las democracias”. Lo que caracteriza a los populistas es el autoritarismo. Aunque la investigación que motivo la escritura de ese libro no se hizo con referencia a las acciones del gobierno mexicano, parece una receta de lo que hemos vivido en este sexenio: Descalificación del árbitro electoral, intento de sometimiento del Poder Judicial, ataque al Instituto de transparencia y otros órganos autónomos, ataques a las instituciones educativas como la UNAM, sometimiento de la Auditoria Superior de la Federación, denostación de quienes no se someten, y ahora, persecución y violencia política contra Xóchitl Gálvez ¿Por qué el ensañamiento presidencial?

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Desde que inició su mandato, el presidente López Obrador había señalado y humillado públicamente a diferentes personajes que encabezan las instituciones que podrían hacerle contrapeso a su popularidad o su autoritarismo, pero pocos lo enfrentaron, y muy pocos, lograron tener  éxito como lo hizo el INE y ahora la Senadora. El factor que hace posible que esto suceda, es la respuesta ciudadana.

Cuando el INE fue asediado por el presidente, fueron  miles de ciudadanos los que salieron a las calles a protestar, hoy, entre más se recrudecen los ataques presidenciales contra Xóchitl, crece la respuesta a su favor en las redes sociales y los lugares en donde ella hace presencia. Para  muchos analistas políticos, fue el propio presidente López Obrador el que detonó el éxito de la posible candidatura a la presidencia de la República de la Senadora, cuando le cerró las puertas del Palacio presidencial. Recordemos que ella llevaba una orden judicial para ejercer derecho de réplica ante las mentiras dichas del presidente en una conferencia matutina. Desde esa fecha, el presidente emprendió una campaña de desprestigió en contra de Xóchitl y ha utilizado su poder presidencial para dar a conocer información privada de manera ilegal.

No obstante, la intención del presidente, el efecto ha sido contrario. Xóchitl se ha convertido en su víctima, tal y como lo fue él mismo, cuando lo desaforaron, con el agravio de que, en ese entonces, nadie le difundió información privada de forma ilegal, y el expresidente Vicente Fox no utilizó los medios masivos de información para denostarle personalmente. Pero, la forma en que el presidente ataca y persigue a Xóchilt Gálvez, no sólo es ilegal y discriminatoria, sino que traduce algo que no habíamos visto en el autoritario presidente: Temor.

Durante varios sexenios, cuando había un sistema con un partido hegemónico y un presidente que ejercía poder metaconstitucional, fue costumbre que el presidente destapara a su sucesor. Con esta acción, se mantenía el establishment sin riesgos. Es decir, los ciudadanos no nos enterábamos si el presidente saliente había cometido o tapado alguna fechoría. Con la alternancia presidencial, se comenzó un proceso de cambios constitucionales y legales que permiten limitar la impunidad de quienes gobiernan (el INAI, por ejemplo),  aunque este gobierno no ha cumplido su palabra para combatir la corrupción, podría ser que, el que sigue, si no es de Morena, haga trasparente lo que se encuentra en la opacidad en este momento ¿A eso le teme el presidente? No lo sabemos, lo que sí es obvio, es que el presidente López Obrador,  está debilitando nuestra democracia y se ha hecho acreedor a que se le pueda iniciar un proceso de juicio político por delitos electorales, tal y como lo establece el Artículo 108 de la Constitución.

Los hechos son de dominio público. En primer lugar, el presidente adelantó el calendario electoral del proceso de elección presidencial del 2024, con el destape de las cuatro “corcholatas”; en segundo lugar, ante hechos consumados, su Partido de Morena y los aliados, tuvieron que iniciar un proceso de precampaña adelantada ilegal que implicó que, algunas áreas fundamentales de gobierno como Relaciones Exteriores, Gobernación y la Jefatura de la Ciudad de México, fueran abandonadas por sus titulares. En tercer lugar, estas acciones generan desigualdad política y ponen en duda la legitimidad del proceso presidencial.

Por supuesto es poco probable que, en este momento,  se le inicie un Juicio Político por estas razones al presidente, pero, hay muchas otras razones por la que podría ser llamado a cuentas, hoy o mañana. Mientras, con gran éxito, Xóchitl sigue juntando firmas para encabezar el bloque opositor.

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