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Cuando lo contingente se volvió permanente

Uno de los retos que tenemos en la construcción de una nueva narrativa pública en torno al medio ambiente es dejar de hablar del cambio climático y sus efectos como un evento futuro, y ser lo suficientemente enfáticos para hacerle comprender a todas y todos, particularmente a quienes son responsables de las decisiones públicas, que hacer mucho más en la materia es no sólo necesario, sino urgente en nuestro presente.

Escrito por:   Mario Luis Fuentes

Lo ocurrido hace solo unos cuantos meses en Acapulco, por el impacto del Huracán Otis, es la más clara señal de la situación crítica en que estamos. Sin duda, la sequía que afecta a ya prácticamente todo el país es la contracara de ese severo meteoro. Y lo que debe entenderse con la seriedad necesaria es que toda crisis climática de gran magnitud implica una crisis social y política, al grado que ha sido la causa de la caída de imperios que se consideraron a sí mismos como eternos.

La Ciudad de México fue considerada en algún momento como “la región más transparente”. Pero aún esa imagen es relativamente engañosa porque, cuando fue acuñada, habían pasado ya siglos de un largo proceso de alteración grave e irreversible de uno de los ecosistemas más grandes que existieron en el país, y que se expresó en la desecación del lago más grande de Mesoamérica, con el propósito de construir una de las manchas urbanas más desordenadas y caóticas del planeta.

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La crisis climática por la que atraviesa la Ciudad de México se ve agravada por eventos que parecen coyunturales, y que son catalogados como “contingencia”, pero que en realidad son ya parte de procesos estructurales producto de daños severos al medio ambiente. En efecto, el Diccionario de la Lengua Española define a la voz “contingencia” como casualidad, eventualidad, azar. Pero lo que ocurre en la Zona Metropolitana del Valle de México, y en prácticamente todas las metrópolis y megalópolis de México, es ya parte de nuevas formas de configuración climática en crisis permanente.

De acuerdo con la numeralia del Sistema de Monitoreo del Aire de la Ciudad de México, en los 55 días transcurridos en 2024, sólo ha habido ocho con aire considerado como “limpio”; y eso sin cuestionar que efectivamente lo que se mide responde a los estándares constitucionales y legales que deberían aplicarse a estas mediciones.

Las estimaciones para los siguientes días indican que continuarán las altas temperaturas (debe recordarse que continuamos en invierno), y que la probabilidad de lluvias es escasa pues hay en todo el territorio nacional un sistema anticiclónico que genera condiciones de baja humedad que impide la formación de nubes y la caída de lluvia.

Lo que resulta un hecho es, a pesar de algunos esfuerzos, en realidad México no ha hecho lo necesario para enfrentar con relativo éxito las consecuencias del cambio climático, y menos aún para evitar que sigan agravándose. Sigue privilegiándose el uso del automóvil sobre transporte público masivo eficiente y limpio; sigue deteriorándose la calidad del suelo; los cuerpos de agua siguen contaminándose y muchos están en proceso acelerado de desecación.

Zonas metropolitanas como la del Valle de México siguen teniendo manzanas enteras, de acuerdo con lo documentado por el Censo 2020, carecen de árboles; y en general, toda la megalópolis tiene una severa insuficiencia de infraestructuras verdes y estrategias para la recuperación de ecosistemas y los servicios ambientales que pueden generar.

El Programa ProAire 2021-2030 para la Zona Metropolitana del Valle de México planteó 14 medidas en las que se centrarían los esfuerzos de Ciudad de México, Estado de México e Hidalgo. Sin embargo, la evidencia muestra que muy poco se ha logrado en el cumplimiento de sus metas y objetivos.

Otra política pública es posible, si se asumen visiones holísticas de la problemática y se diseñan estrategias integrales centradas en la construcción de una nueva relación con el medio ambiente, con el propósito central de que la normalidad sea el cumplimiento universal del derecho constitucional a un medio ambiente sano.

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Investigador del PUED-UNAM

Frase clave: La crisis como contingencia, la contingencia permanente

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