Escrito por 12:00 am Especial, Revistas

Septiembre 2015

Paliar el dolor es uno de los temas de salud más relevantes que tenemos en el país; a pesar de que millones de personas padecen a diario malestares que van de los leves hasta los crónicos e insufribles, sigue siendo una de las agendas que en menor medida se discuten en el país.

Sin embargo, el reciente caso de la niña Grace Elizalde ha puesto en el escenario nacional la atención sobre la urgencia de regular de mejor manera las opciones de tratamientos clínicos de padecimientos neurológicos, o bien, asociados al dolor y el malestar provocado por padecimientos sumamente agresivos como el cáncer y otros padecimientos degenerativos o discapacitantes.

El derecho a recibir una atención médica de calidad, y a vivir con pleno acceso a condiciones de dignidad está reconocido por el Artículo 1º constitucional, por lo que es responsabilidad de la autoridad llevar a cabo todas las medidas necesarias para garantizar el cumplimiento efectivo de este derecho.

La utilización de mariguana, morfina y otros opiáceos en la práctica clínica es un asunto controlado de todos los días; sin embargo, debido al contexto de inseguridad que se vive en el país, y al enfoque mayoritariamente policial que se ha impuesto en la materia, hay esfuerzos que pugnan por restringir aún más el acceso a tratamientos de esta naturaleza, atentando con ello al derecho a no sufrir que tenemos todas las personas.

La agenda del dolor forma parte de la agenda de la salud mental, otra de las cuestiones que se mantiene relativamente “invisibilizada” y frente a la cual aún no contamos con una respuesta institucional ni adecuada ni suficiente para atender los graves problemas que existen en esa área.

La Encuesta Nacional de Hogares, recientemente presentada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), muestra que de los casi 105 millones de personas de siete años o más que hay en el país, una suma de 35 millones de personas se han deprimido al menos una vez, es decir, uno de cada tres habitantes en el país declara haber vivido o estar viviendo episodios de depresión.

Adicionalmente, hay 32 millones de personas que declaran haber sentido dolor; entre ellos, 10.42 millones refieren que lo han sentido con “mucha intensidad”, lo que muestra la magnitud de la problemática que tenemos en la materia, y frente a la cual las opciones y capacidades de respuesta del sector salud son, por decir lo menos, limitadas.

Estamos ante un panorama epidemiológico en el cual cada vez más personas van a enfrentar padecimientos crónicos asociados al dolor, y específicamente por padecimientos asociados a los tumores malignos; en efecto, las de mortalidad del INEGI muestran que en los 10 años, que van de 2004 a 2013, han fallecido en el país 720,381 personas debido a los tumores y neoplasias. Lo más preocupante es que la tendencia va a la alza, pues, mientras que en 2004 la suma fue de 55,235 casos, para el año 2010 la cifra había crecido a 64,336 defunciones, con una cifra récord en 2013 de 80,539 defunciones.

Lo anterior significa que en nuestro país 13 de cada 100 defunciones que se registran tienen como causa principal a los tumores malignos, dato frente al cual debe privar una noción básica de humanidad y de solidaridad, pues el dolor y el sufrimiento físico que implican este tipo de enfermedades es de una intensidad indescriptible.

Por estas razones, presentamos en esta edición un conjunto de textos, coordinados por el Dr. Alejandro Mohar, a quien expreso, a nombre del Consejo Editorial de México Social, un agradecimiento especial por su generosa colaboración y asesoría en la selección de los temas abordados.

Mario Luis Fuentes
Director general del CEIDAS, A.C.; en la UNAM es integrante de la Junta de Gobierno; Coordinador de la Especialización en Desarrollo Social del Posgrado de la Facultad de Economía; Investigador del Programa de Estudios sobre el Desarrollo; y titular de la Cátedra Extraordinaria Trata de Personas. @ML_Fuentes
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