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Salud mental: dimensiones y retos

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La salud mental es uno de los conceptos clave en la agenda del desarrollo del siglo XXI. Su relevancia se encuentra en el hecho de que, en un contexto generalizado de desigualdad económica y social, de pobreza masiva y complejos procesos de marginación, discriminación y segregación social, hay millones de personas que se ven afectadas no sólo en lo que respecta a sus condiciones materiales de vida, sino también en lo que respecta a su salud mental

Al respecto debe decirse que existe un debate en torno a lo que significan las enfermedades mentales, y se ha propuesto una revisión para establecer nuevos límites sobre lo que se considera la “normalidad psíquica”, con base en la distinción de aquellos padecimientos que tienen un fundamento biológico, y aquellas que están relacionadas con procesos de angustia y malestar cultural.

Así, en medio de ese debate, es importante generar diagnósticos que permitan dimensionar los efectos que está teniendo el contexto generalizado de violencia en que vivimos, el cual no puede desvincularse de un modelo de organización económica y social dirigido al egoísmo, el individualismo y al consumo como su expresión más acabada.

LA SITUACIÓN GLOBAL

De acuerdo con un reciente estudio de la Organización Panamericana de la Salud, en el mundo mueren anualmente 800 000 personas a causa del suicidio; esto equivale a un deceso cada 40 segundos. De esta suma, el organismo estima que 70% de los casos ocurren en los países de bajos y medianos ingresos.

La OPS ha documentado también, en su texto Prevención del suicidio, un imperativo global, que las mayores tasas de suicidio se registran entre las personas mayores de 70 años, aunque hay países que tienen indicadores en los extremos opuestos, teniendo las mayores tasas en los grupos de edad que van de los 20 a los 29 años.

En ese contexto, la OPS alerta que entre los jóvenes de 15 a 29 años de edad el suicidio se ha convertido en la segunda causa de muerte, sólo después de los accidentes. Para la región de las Américas, la OPS estima una tasa de 7.3 suicidios por cada 100 mil habitantes, indicador inferior a la media mundial, el cual se ubica en 11 suicidios por cada 100 mil personas.

Asumir al indicador del suicidio como una prioridad global tiene relevancia, sobre todo porque alerta en torno a las condiciones de malestar y sufrimiento en que se sitúan millones de personas, pues, de acuerdo con estimaciones de varios expertos, por cada suicidio cometido hay 20 intentos en los que afortunadamente no se logra el cometido.

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Debe decirse, además, en el marco general de la situación de la salud mental de las personas, que alrededor del 15% de las personas mayores de 60 años enfrentan algún trastorno mental, siendo la depresión y la demencia los más comunes.  Y para el caso de las Américas, el registro es de que al menos una de cada cuatro personas ha enfrentado algún episodio de trastorno de su salud mental, por el uso de sustancias en algún momento de su vida.

Frente a esta problemática, la OMS y la OPS han hecho reiterados llamados a fortalecer las políticas de atención y prevención, las cuales requieren de un potente conjunto de políticas sociales, combinadas con políticas de atención de la salud mental.

LA SITUACIÓN EN MÉXICO

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En México hay una alta incidencia de casos de depresión diagnosticada en prácticamente todos los grupos de edad. En efecto, es de enorme preocupación el hecho de que la depresión sea una realidad cotidiana para millones de personas, sobre todo porque, de acuerdo con especialistas como la Doctora María Elena Medina Mora, hay una gran cantidad de casos que no llegan a diagnosticarse.

En ese sentido es importante decir que, de acuerdo con los registros con que cuenta la Secretaría de Salud, la tasa global de incidencia de depresión es de 58.13 casos por cada 100 mil habitantes, es decir, una suma aproximada de 69 750 casos diagnosticados anualmente por este padecimiento.

En éste, como en la mayoría de los indicadores sociales en el país, las diferencias estatales son destacables. En ese sentido es importante señalar que la Ciudad de México es la entidad en la que se registra mayor incidencia de casos de depresión: 148.9 casos por cada 100 000 habitantes, es decir, una tasa 2.5 veces mayor que el promedio nacional.

En segundo lugar se encuentra el estado de Morelos, en el que se registra un indicador de 136.7 casos por cada 100 000 habitantes; le siguen, en la misma razón, los estados de Chihuahua con un indicador de 135.7, Durango con 135.2, Nayarit con 126.6 y Colima y Baja California Sur con una tasa de 117.7 casos por cada 100 000 habitantes.

Sobre estos datos, y dadas las asimetrías estatales en lo que se refiere a las capacidades de cobertura, atención y diagnóstico en las unidades médicas, queda la duda sobre si estos números se deben a una mayor presencia del fenómeno, o a una cuestión de detección y registro apropiado.

Debe puntualizarse además que, a pesar de que las mayores tasas de incidencia que se registran en nuestro país se dan entre las personas de mayor edad, cada vez se registran más casos a más tempranas edades. En efecto, destaca que, según los registros de la Secretaría de Salud, haya una tasa de 0.4 casos de depresión por cada 100 mil niñas y niños menores de un año de edad.

Es interesante observar en ese sentido que hay una estricta correlación entre la edad y la presencia de casos de depresión, pues, a más años de vida, se registra una mayor incidencia. Así, para el grupo de edad de 1 a 4 años la tasa es de 0.8 casos por cada 100 000 en el grupo etario.

Entre quienes tienen de 5 a 9 años la tasa en 2014 fue de 7.1 casos por cada 100 mil, en el de 10 a 14 años, crece a 26.8 casos por cada 100 000, entre las y los jóvenes de 15 a 19 años el indicador crece a 40.1 casos por cada 100 000, se incrementa a 44.5 en el grupo de 20 a 24 años, y se ubica en 60.9 en el grupo de 25 a 44 años de edad.

Es destacable que entre quienes tienen más de 45 años las tasas superan en más de 100% a la media nacional. Así, en el grupo de 45 a 49 años la tasa de incidencia de depresión es de 108.3 casos por cada 100 mil en el grupo de edad, es de 110.7 para el grupo de 50 a 59 años, de 145.2 para el grupo de 60 a 64 años y de 129.9 para quienes tienen 65 años y más.

LA MORTALIDAD ASOCIADA

De acuerdo con las estadísticas sobre mortalidad del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en el periodo comprendido entre los años de 1998 y 2014, en el país han fallecido un total de 78,355 personas por enfermedades mentales y del comportamiento; es decir, un promedio anual de 4,897 decesos anuales, o bien, al menos 13 casos diarios.

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Frente a esta cifra, es interesante observar que las 10 entidades con mayor número de casos, concentran una suma de 53,390 decesos por este tipo de enfermedades, cifra que equivale al 68.13% del total, es decir, dos de cada tres decesos por la causa señalada ocurren en esas 10 entidades: Veracruz, Estado de México, Puebla, Oaxaca, Ciudad de México, Jalisco, Guanajuato, Michoacán, Chiapas y Chihuahua.

Debe destacarse además que del total de las 78,355 defunciones por enfermedades mentales y del comportamiento, una suma de 64,620 corresponde a hombres, y 13,710 a mujeres, es decir, entre los primeros se concentra el 82.5% del total registrado entre 1998 y 2014. Al respecto es importante señalar que con el paso del tiempo esta proporción ha ido disminuyendo y, si se considera sólo al periodo de 2010 a 2014, el indicador se ubica en 75.3%, es decir, ya una de cada cuatro defunciones por este tipo de enfermedades se presenta entre mujeres.

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Otro dato de sumo interés es el relativo a que del total de defunciones por trastornos mentales y del comportamiento, el 78% se debió al uso de sustancias psicoactivas, es decir, 61,134 casos para el periodo señalado, lo cual equivale a un promedio de 10 defunciones al día debido a las afectaciones mentales que causa el uso de las sustancias señaladas.

En ese mismo sentido destaca el hecho de que la gran mayoría de las defunciones por trastornos mentales y del comportamiento, que se deben al consumo de sustancias psicoactivas, se presentan entre hombres, pues en el periodo considerado, el promedio anual es de 93.8% del total.

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HACIA EL FUTURO

La Organización Panamericana de la Salud define a la salud mental como: “un estado de bienestar en el cual el individuo es consciente de sus propias capacidades, puede afrontar las tensiones normales de la vida, puede trabajar de forma productiva y fructífera y es capaz de hacer una contribución a su comunidad”.

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Esta definición pone de manifiesto que la salud mental depende en buena medida de factores biológicos, pero, sobre todo, de factores sociales. En esa medida, el gran reto de la política pública se encuentra en la modificación de los determinantes sociales de la salud mental: reducción de la violencia, garantía de niveles aceptables de calidad de vida y, en general, la edificación de sociedades pacíficas y en las cuales se encuentren garantizados los derechos humanos.

Sin una política social abarcante y comprensiva, cualquier política de prevención y atención de la salud mental será siempre limitada, pues, como ya se dijo, lo más relevante se encuentra en generar condiciones de bienestar que le permitan a las personas realizar sus proyectos de vida y, con ello, aspirar a alcanzar la felicidad.

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