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Contra la extinción del INECC

Hace días empezó a circular un borrador de iniciativa para extinguir al Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC) y el Instituto Mexicano de Tecnología del Agua, y transferir parte de sus funciones a la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT) y a la Comisión Nacional del Agua, respectivamente.

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El proyecto es tan burdo y tan absurdo que más bien parecía falso, pero el propio Presidente de la República lo convalidó en su conferencia de prensa del 16 de diciembre, hablando del INECC y del IMTA como si fueran autónomos y no pertenecieran al gobierno, y afirmando que este tipo de organismos se crearon, en “el colmo de la simulación”, para “tener controlados a todos”.  Ahí aprovechó, además, para decir que en el tema de cambio climático y sus cumbres hay mucha hipocresía, y que los ambientalistas son unos farsantes que se aprovechan personalmente de la causa ecológica. Es una pena que haya llegado a estos extremos y generalizaciones.

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Todo parece posible después del acuerdo del 22 de noviembre, así que ya antes de la conferencia de prensa mencionada, diversas organizaciones ciudadanas consideraron que la desaparición de ambos organismos descentralizados es un despropósito, y rechazaron la propuesta, con toda razón. Comparto el rechazo.

Como el texto apareció horas después de la renuncia de la Directora General del INECC, y luego del desfiguro de la partición de México en la Conferencia de las Partes de la Convención de Cambio Climático en Glasgow, también quedó la imagen de que se busca acelerar el debilitamiento de la institucionalidad ambiental. Escribo acelerar, porque en realidad el proceso ya viene ocurriendo de tiempo atrás, y, de hecho, desde el gobierno anterior.

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En la exposición de motivos de la supuesta iniciativa, no hay ningún argumento que soporte el cierre de estas instituciones, y tampoco en lo que ha dicho el Presidente. Me referiré sobre todo al INECC, que es al que más conozco, y que tiene a su cargo funciones clave para esta y las próximas décadas.  Decir que este instituto le quita recursos a las clases más desprotegidas y que es dispendioso e inútil, es tan grosero como falso. El segundo párrafo de la primera página del borrador de iniciativa dice estas y otras barbaridades.

El INECC es un organismo de presupuesto reducido, que además ya ha tenido recortes drásticos. Ahora en 2021 tuvo apenas la mitad del gasto de una década atrás, ya descontada la inflación. Para el año entrante la Cámara de Diputados le aprobó 225 millones de pesos, que es una cantidad muy por debajo de la que necesita para llevar a cabo las tareas que tiene encomendadas, y que son todas ellas estratégicas para proteger la salud ambiental y favorecer la protección ecológica y la acción climática.

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Se necesita ser muy obtusos para pensar o para decir que la investigación ambiental es inútil o no favorece a los sectores populares y a toda la sociedad, que no es necesaria para el bienestar y que no es de alto impacto social y económico. Tampoco es cierto que el INECC es redundante o que duplica partidas “sin propósito o resultados”. Tiene propósitos claros, establecidos en la ley que se pretende reformar, sus resultados están documentados, y es una institución flexible, que en todo caso se puede mejorar, antes de pensar en extinguirlo.

El propósito de centralizar toda la gestión ambiental en la Secretaría está dicho claramente, ignorando las ventajas que tiene ejercer tareas por medio de un organismo descentralizado. El INECC no es autónomo ni independiente del gobierno, está diseñado para trabajar en línea con su cabeza de sector y con otras dependencias, con los estados y municipios, bajo esquemas de coordinación. Si la SEMARNAT pretende realizar directamente sus funciones, necesitará tanto o más presupuesto para llevarlas a cabo, así que no viene al caso la razón presupuestal.

Además, las tareas de coordinación de la investigación y la realización de las funciones de transmisión de conocimientos aplicados, el vínculo entre las políticas y el trabajo académico no es algo que se pueda realizar como si nada desde cualquier área interna del organigrama de una dependencia. El INECC, y desde antes, cuando era el Instituto Nacional de Ecología, ha jugado un papel central en el estímulo y la promoción de grupos especializados en las ciencias ambientales, ha buscado y canalizado recursos, ha estimulado la formación de capacidades, y, en pocas palabras, ha contribuido a configurar una red de soporte para fundamentar y evaluar políticas ambientales y de cambio climático.

Gracias a todo eso México pudo empezar a cumplir desde fines de los años noventa con los compromisos de los acuerdos internacionales de cambio climático, como la formulación de los inventarios de emisiones de gases de efecto invernadero, la coordinación de las comunicaciones nacionales a la Convención o la preparación de elementos para los programas en esta materia. Y no se dedica únicamente a estos temas, sino que tiene muchas otras responsabilidades en cuanto a calidad del aire, salud ambiental y otros.

Tras la intención de desaparecer el INECC está más bien el desinterés en el cambio climático y en la protección ecológica, lo que se ha convertido ya en una verdadera fobia y estigmatización hacia el ambientalismo y hacia los grupos sociales y las personas ocupadas en estos temas.

¿Cómo es que se pueda afirmar que el INECC “ya no resulta conveniente desde el punto de vista económico nacional o del interés público”, como se dice en el borrador de iniciativa que circula? Lo que hace este instituto será aún más conveniente en la perspectiva de la transición climática en la que se encuentra el mundo, y en la que México tiene que participar. Como lo señaló Cecilia Soto en el articulo el Estado necesita más que nunca capacidades e inteligencia para navegar en las complejas circunstancias de este siglo.

Desaparecer el INECC y trasladar parcialmente sus funciones a la SEMARNAT, solo resulta consistente con el desprecio que se ha mostrado por la política de cambio climático y por la transición energética, por la investigación básica o la orientada, y por la evaluación de estas y otras acciones.

No hace mucho que apareció el programa institucional 2020-2024 del INECC publicado en el Diario Oficial de la Federación, con los objetivos de aumentar el conocimiento y la información, mejorar las políticas, fortalecer las capacidades públicas y apuntalar la presencia mexicana en los foros internacionales, entre otros. Así que se le aprueba un programa de mediano plazo, se le autoriza el presupuesto para 2022, y de pronto se promueve su extinción, no su reforma o reorganización, su desaparición. ¿Para qué hacer el esfuerzo de mejorar una institución si se puede eliminarla de tajo? De nuevo la guadaña como el instrumento privilegiado.

Al INECC hay que fortalecerlo como órgano descentralizado, con los cambios que sean pertinentes, si se quiere. Y también hay que apuntalar a los otros organismos que cumplen un papel destacado como vínculos entre el conocimiento y las políticas, como el IMTA, y sobre todo a la CONABIO, que también sigue bajo acoso.

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