Escrito por 3:00 am Cultura, En Portada, Igualdad de género, Mónica Muñoz, Mundo, Notas • 4 Comentarios

La mujer en el islam de sus inicios a nuestros días

Hemos escuchado los relatos de Las mil y una noches, que nos han dejado algunas ideas sobre el universo femenino de Oriente, en los que nos recreaban todo un mundo exótico. Alrededor del siglo VII aproximadamente en el año 622 de nuestra era nacía en Arabia la tercera gran religión monoteísta de la historia. Mahoma considerado como uno de los últimos profetas instituía el islam; religión practicada por los musulmanes en el que su dios es Alá y el Corán es su libro sagrado. También en ella se aceptan como libros sagrados la Torá, los Salmos y el Evangelio, o sea, que bebe de las fuentes judía y cristiana. Y al igual, sienta su base en las tribus y pueblos árabes preislámicos.

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Lo interesante de destacar es que también en esa religión la mujer fue relegada desde un inicio, a roles secundarios. De igual modo es recluida en el hogar o en un harén, y el velo acabaría de esconderla de las miradas ajenas. En este punto hay que decir que el uso del velo no es exclusivo del islam, sino que fue herencia de otros pueblos de los cuales ellos lo adoptaron y terminó instaurándose, convirtiéndose en todo un símbolo de diferenciación religiosa y en un objeto controvertido en las sociedades modernas. Como bien señala Sandra Ferrer Valero en su libro Breve historia de la mujer: “en el islam desde sus inicios, hasta principios del siglo VII permaneció inmutable, al menos en su visión de las mujeres, hasta mediados del siglo XIX.” (Valero, 2017)

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Sociedades preislámicas

 La configuración geográfica sobre la cual se da el islam se asienta sobre una amalgama de varios pueblos que a su vez recibieron influencia de potentes civilizaciones, como Mesopotamia, o el Imperio bizantino. Por ejemplo, en Asiria, las leyes estipulaban el uso de velo como reflejo de distinción social, de buena reputación; obviamente mujeres como prostitutas o esclavas no podían portarlo. De esta manera, como bien los dice Ferrer Valero, el islam asumió la imagen de la mujer escondida, sumida, recluida y considerada únicamente por naturaleza biológica de engendrar hijos y no tanto como un ser humano con todas sus posibles capacidades. (Valero, 2017) No obstante se considera que fueron las sociedades sasánidas (zona de Irán e Irak) en la época de Mahoma las que más influyeron en cuanto a la sumisión y obediencia de las mujeres hacia el marido. Y de los persas se relaciona la herencia de los harenes y matrimonios incestuosos.

Las esposas de Mahoma

Khadija, “la madre del islam”

La escritora Leila Ahmed que ha estudiado lo relacionado a la mujer islámica,  indica que en la zona de Arabia previa al nacimiento del islam están documentadas tribus y pueblos en los que las uniones patrilineales convivían con matrimonios uxorilocales y matriliniales (término utilizado en antropología social para referirse a un sistema de convivencia postmatrimonial en el cual una pareja casada reside cerca de la parte matrilineal de la familia, en otras palabras con la madre de la esposa y sus antepasados matrilineales) (Ahmed, 1993). Asimismo, Mahoma nace en La Meca, y su madre Aminia permaneció en el mismo clan después de casarse con su esposo Abdulaah. Pese a todo, en esa época la mujer tenía una participación activa en la comunidad, guerra y religión; y cierta autonomía sexual.

La primera esposa de Mahoma fue una viuda llamada Khadija, considerada como “la madre del islam”. Ella era hija de un rico comerciante que al morir le dejó a su hija todos sus bienes y el talento para los negocios. Anteriormente, ella ya había estado casado en dos ocasiones, contaba con 40 años cuando le propuso a Mahoma que se uniera a su caravana que circulaba de Siria a La Meca, posteriormente contrajeron matrimonio y él tenía 25 años.  Estaba casado con ella cuando recibió —según la creencia musulmana— la revelación divina por medio del arcángel Gabriel. Khadija fue su fiel aliada en la expansión de su doctrina, y la primera mujer en convertirse al islam. Se dice que poseía un carácter impecable y que solía ayudar, vestir y alimentar a los pobres, apoyar con dinero a sus parientes y proveer económicamente la unión entre sus parientes, que de otra manera no habrían tenido medios económicos para casarse. Después de Khadja, el profeta tuvo diez esposas más, que convivieron él a lo largo de distintos momentos.

Aisha, la favorita

Aisha, hija de Abu Bakr uno de los más fieles seguidores del profeta. Se habría casado con Mahona a la edad de nueve o diez años, y compartió su matrimonio con otras esposas, adoptando costumbres de reclusión que se afianzarían como norma dentro del islam. Aisha, junto a las demás adoptó el velo como signo de sumisión. Esta unión refleja una tradición de matrimonios con menores de edad. El matrimonio, ya de estructura polígamo fue adoptado por Mahoma a la muerte de su primera esposa y después de la batalla de Uhud en el año 625 en la que muchos de sus seguidores fallecieron dejando un gran número de viudas que de esta manera pudieron volver a casarse para mantener la comunidad. El 11 de junio del 632, Mahoma fallecía de manera repentina, su último aliento lo hace en la habitación de su esposa favorita, Aisha. Esa habitación que fue su última morada, es hoy en día uno de los principales lugares del culto islámico.

La presencia pública de mujeres entre los musulmanes fue disminuyendo de manera progresiva, hasta se da una nueva revelación al profeta, y así definió cuál debía ser su papel, en el que debían estar recluidas en el hogar. También se instaura la normativa de llevar el velo, que en principio fue exclusiva para las mujeres de Mahoma. Al morir el profeta la idea de querer imitar a sus esposas, hizo que se convirtiera esto como signo de respeto considerándolo un modelo a seguir. Sin embargo, hay que mencionar que Mahoma aceptó la predicación del Corán por parte de las mujeres. Las mujeres de Mahoma fueron reverenciadas como Madres de los Creyentes.

Después de la muerte de Mahoma, la comunidad islámica vivió una serie de rebeliones en las que se destaca la participación de las mujeres. Pese a que el profeta no les dejó herencia, el califa Umar estipuló una pensión para cada una de ellas por un tiempo, posteriormente tuvieron que subsistir con la ayuda de sus familias. Aisha continuó siendo la favorita de los musulmanes, y recibió mucha más ayuda que las demás, fue reverenciada y consultada sobre cuestiones de fe por los seguidores de su difunto esposo.

El islam y las mujeres

Los califatos de las dinastías de los abasidas y omeyas expandieron el islam por Oriente y Occidente. Y justamente en la corte de los grandes califas se definía un corpus legal, en el que se inspiraron para seguir con las indicaciones que había dejado el profeta. Esas leyes, tradiciones y costumbres permanecieron inamovibles hasta el siglo XIX que entrarían en conflicto. La reclusión y sumisión continuó. De hecho, será bajo el reinado de Umar – considerado como uno de los líderes más famosos, importantes e influyentes de la historia islámica-, se darán las primeras instituciones y leyes islámicas.

Así, los musulmanes ortodoxos aceptaron los matrimonios con niñas de nueve años, otros musulmanes como los kharijíes impulsaron el yihad o guerra santa como una obligación tanto para hombres como para las mujeres. Por otra parte, el islam de los califas suníes defendió el papel de las mujeres recluidas en el hogar, cubiertas bajo el velo y con la única obligación de ser esposas y madres. Por cierto, ese califa Umar no fue tan benevolente con las mujeres ya que instauró la lapidación ante la ofensa de adulterio femenino.  Y a partir de ese momento, las mujeres que asistirían a la mezquita lo harían, pero en lugares específicos para ellas.

Entonces, podríamos resumir que el concubinato y la reclusión en el hogar se convertirán en pilares del islam para las mujeres. Los hombres de la familia fijarían el destino de ellas para los matrimonios eligiendo con quien las casarían. Los harenes fueron el único espacio en el que algunas mujeres pudieron ejercer profesiones más allá del cuidado del hogar. No obstante, hay que decir que, durante siglos, las mujeres fueron consideradas objetos sexuales cuya compraventa era asumida al mismo nivel que cualquier otro producto o alimento del mercado. (Valero, 2017) La poligamia y el concubinato con el paso del tiempo fueron desapareciendo y se mantuvo como costumbre, pero por las clases de alto poder adquisitivo.

Divorcios

El divorcio existió en el islam, pero en muy pocos casos las esposas podían solicitarlos. Al separarse las mujeres no volverían a ver a sus hijos. Los hombres podían casarse en varias ocasiones. Las mujeres sólo podían casarse con un hombre y debía ser musulmán. Los hombres tenían esclavas y si una de ellas engendraba un hijo de su amo, el niño era incorporado en igualdad de circunstancias legales que los hijos habidos con la esposa. Toda mujer debía permanecer bajo custodia legal de un hombre. Si estaban casadas era el esposo, si eran viudas o divorciadas necesitarían la protección de algún familiar.

Las mujeres ricas solían construir para ellas una especie de convento conocidos como ribats, siguiendo la esencia del hogar en el que vivieron las esposas de Mahoma tras su muerte. De hecho, aquí podían ayudar a aquellas mujeres que no tenían protección legal. El convento, bajo la idea como lo concebimos nosotros, no existió en el islam. Por otro lado, las leyes musulmanas permitían a las mujeres heredar propiedades.

Educación

Pocas mujeres pudieron acceder a la misma educación que los niños. Algunas pudieron tener una especie de profesora en casa, pero muy pocas accedían al kuttab, escuela de la mezquita. Hubo mujeres que recibieron educación por parte de sus padres, un caso que se destacaría sería el de Umm Hadi, una joven que en el siglo XV aprendió el Corán por la enseñanza de su padre y abuelo y por supuesto, esto la convirtió en una mujer culta en su tiempo. Así, las mujeres que pertenecieron a la élite de los ulemas tuvieron un excepcional acceso a la educación. Tal es el caso de la una poetisa iraní del siglo XIX Tahirih Qurratu’l-Ayn, hija de un mulá versado en las leyes islámicas más fundamentalistas. En conclusión, las pocas mujeres que accedieron a una mínima educación formaron parte de las clases altas o media. Ninguna de las clases bajas.

Creo que todo esto es muy interesante y nos da para reflexionar. Aquí en México no cantamos mal las rancheras, pues hay matrimonios con menores de edad, en la mayoría de estos casos las decisiones están mediadas por presiones familiares, o por la ausencia de estructuras de protección y cuidado que les permitan tomar las mejores decisiones en aras de garantizar el principio del interés superior de la niñez, y el adecuado y libre desarrollo de su personalidad.

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